El ser humano está preparado para defenderse frente a diferentes tipos de agresiones desde su nacimiento, para ello dispone de barreras físicas, diversas secreciones, un complejo sistema de células conocidas como glóbulos blancos que defienden la entrada de patógenos al organismo.
Ponente:
Dr. Roi Piñeiro.
Licenciado en Medicina y Cirugía y Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid y Especialista en Pediatría y Áreas Específicas. Jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Universitario General de Villalba en Madrid y Profesor de las asignaturas de Pediatría y Medicina Preventiva de la Universidad Alfonso X El Sabio.
Existen dos tipos de respuestas inmunitarias, la inmunidad innata y la adaptativa. La inmunidad innata es la primera línea de defensa del organismo, es una respuesta inmediata y no específica frente a múltiples elementos. Los glóbulos blancos con respuesta innata se denominan células fagocíticas y, para ejercer su función son ayudados por un conjunto de proteínas conocidas como el sistema del complemento. La inmunidad adquirida es la segunda línea de defensa, tras el primer ataque innato. De tal manera que, en un segundo ataque, podrían identificar al agresor de una forma más rápida y eficaz, conociéndolo como memoria inmunológica. Los glóbulos blancos con respuesta adquirida, se denominan linfocitos y para ejercer su función son ayudados por un conjunto de proteínas llamadas inmunoglobulinas.
El sistema inmune de los bebés todavía es inmaduro y por ello tienen mayor susceptibilidad a infecciones. Las infecciones más frecuentes en la primera infancia son las infecciones respiratorias de vías altas, gastroenteritis, faringoamigdalitis, otitis y síndromes febriles sin causa aparente. En niños está más desarrollada la inmunidad innata que la inmunidad adaptativa, en cambio, en adultos la inmunidad innata se ve afectada debido a la inmunosenescencia y es la inmunidad adaptativa la que está más desarrollada.
Cuando el sistema inmune de un niño no funciona adecuadamente, aparece una inmunodeficiencia. Los signos de sospecha o alarma de una inmunodeficiencia serán la presencia de infecciones de repetición, un retraso significativo en la adquisición de una talla y peso adecuados para su edad, enfermedades infecciosas producidas por microorganismos raros, aparición de enfermedades graves a nivel dermatológico y los antecedentes personales del individuo.
Para conseguir un funcionamiento del sistema inmune correcto es importante seguir una dieta variada y equilibrada como la dieta mediterránea, hacer ejercicio físico con regularidad, huir del sedentarismo, pantallas y la comida rápida, evitar tóxicos como el tabaco y el alcohol de forma rutinaria, especialmente en la adolescencia.
En el caso de la primera infancia, la leche materna tiene un efecto protector sobre el lactante, aportando inmunoglobulinas, y oligoelementos fundamentales para el desarrollo inmunológico. Además, la lactancia suministra al lactante de bacterias generando una microbiota saludable.
Hoy en día existen numerosas leches infantiles que aporta cada vez más compuestos beneficiosos presentes en la leche materna con un efecto positivo sobre el desarrollo del sistema inmune del lactante.